Nueva Zelanda ha lanzado un marco de confianza para la identidad digital, un paso crucial hacia la transformación digital del país.
¿Qué es la Propiedad Auto Soberana y por qué podría revolucionar la gestión de identidad digital?
La Propiedad Auto Soberana podría equilibrar la balanza de poder a favor de las personas convirtiéndolas en las verdaderas protagonistas no solo de su identidad, sino del comportamiento de las empresas.
Los pasos previos ¿Qué es la SSI?
P
ara entender hasta qué punto un concepto como la SSP podría equilibrar la balanza de poder a favor de las personas, es necesario definir en qué consiste la SSI, un término que se expande al mismo tiempo que lo hacen las wallets de identidad digital.
La identidad auto soberana (SSI, Self Sovereign Identity) es un nuevo paradigma en la gestión de la identidad digital que empodera a las personas y organizaciones para tener un control total sobre sus datos personales. En lugar de depender de entidades centralizadas como gobiernos o empresas para gestionar sus identidades, la SSI permite a los usuarios:
- Ser propietarios de sus datos: La SSI se basa en tecnologías descentralizadas como blockchain, lo que significa que los datos de identidad no se almacenan en un único servidor, sino que se distribuyen en una red segura. Esto da a los usuarios la propiedad total de sus datos y les permite controlar quién tiene acceso a ellos. Los datos no obran en manos de las empresas, sino que solo son accesibles para el usuario desde su dispositivo.
- Emitir y verificar sus propias credenciales: Con la SSI, los usuarios pueden crear y emitir sus propias credenciales digitales, como diplomas, certificados de nacimiento o licencias de conducir, verificables de forma criptográfica, lo que significa que son seguras y confiables.
- Compartir sus datos de forma selectiva: La SSI permite a los usuarios elegir qué datos quieren compartir con cada persona o servicio. Cuando enseñamos un DNI o cualquier otro documento “tradicional” de este tipo, estamos facilitando datos innecesarios. Por ejemplo, a la hora de entrar en un local reservado a mayores de edad o comprar alcohol, el único dato que mostraremos será la fecha de nacimiento y no la dirección o el nombre de nuestros padres. Todos los atributos están reconocidos por un emisor y preparados para ser verificados cuando sea necesario.
Nuestra identidad deja de ser un ente monolítico que nos define de forma plana para convertirse en un abanico de atributos digitales que funcionan de manera específica en diversos contextos. La SSI todavía tiene un amplísimo margen de desarrollo, pero alberga el potencial de redefinir la forma en que interactuamos en línea. Sus aplicaciones incluyen: trámites con bancos, firma electrónica de documentos o acceso a redes sociales y comercios electrónicos sin necesidad de crear cuentas y contraseñas. Es la vía ideal e incorrupta para votar electrónicamente en elecciones y referéndums, por lo que parece un paso natural que la wallet digital dé paso a reforzar procesos corporativos con participación de los clientes.
Experiencias de participación y cooperación
Con el fin de mejorar la experiencia del cliente y construir relaciones a largo plazo, las empresas desarrollan prácticas de participación selectiva. Encuestas, pruebas de usuario o grupos focales tienen como objetivo crear productos y servicios que se adecuen a necesidades reales. A través del crowdsourcing o colaboración masiva, por ejemplo, se involucra a los usuarios de manera muy activa en el desarrollo de ideas y proyectos. En cualquier caso, estas colaboraciones no dejan todo el poder de decisión en los usuarios. La empresa siempre tiene la sartén por el mango y se reserva el derecho de opacar aquellas políticas que no le interesa mostrar y que por supuesto no va a someter a ningún tipo de votación.
Estar a la altura de las expectativas de los clientes, crear productos relevantes y trabajar desde una óptica humanista, que ponga la tecnología al servicio de la gente, deberían ser objetivos de todas las empresas, grandes y pequeñas.
Las cooperativas, una forma alternativa de hacer empresa que cuenta ya con una larga tradición, se basa en la participación, la solidaridad y la responsabilidad social. Los distintos tipos de cooperativas, de consumo, producción o ahorro, son estructuras basadas en el bien colectivo, que buscan tener un impacto positivo igualitario. Todos los socios o cooperativistas comparten riesgos y beneficios y trabajan de forma democrática, mediante el voto, al margen de los mecanismos ultra jerarquizados de las grandes empresas.
Hoy tenemos la tecnología de nuestro lado para llevar la experiencia de cooperación al siguiente nivel, y forzar a las compañías para que obren de la forma más justa posible, depositando las decisiones en manos de quienes al final consumirán o adquirirán sus propuestas. La SSI y las wallets de identidad nos están avisando de que es necesario resignificar las relaciones de poder entre empresas y personas.
Propiedad Auto Soberana: acumulando derechos de voto a través de la wallet digital
En un futuro cercano, las wallets digitales con SSI (Self-Sovereign Identity) no solo almacenarán nuestras credenciales personales, sino que también podrían convertirse en una herramienta poderosa para democratizar el consumo. Imaginemos un escenario en el que cada compra que realizamos no solo nos entrega un producto, sino también la capacidad de influir en la dirección de las empresas que nos ganan la confianza. Esto es la Self Sovereign Property (SSP) o Propiedad Auto Soberana.
La lógica es simple: si los inversores tienen derecho a decidir sobre el futuro de las compañías por el hecho de invertir capital, los clientes, que también invierten su dinero, deberían tener un derecho similar. Cada vez que gastamos dinero en una empresa, podríamos asociar nuestra identidad a la transacción, acumulando así «derechos de voto» en función de nuestro volumen de participación. En lugar de ser meros inversores, esta mecánica nos convertiría en consumidores activos con voz y capacidad de decisión: Active Consumers o Consumidores de Acción.
¿Cómo funcionaría en la práctica? Si somos clientes habituales de un gigante de la cosmética y compramos sus productos con frecuencia, tendríamos la capacidad de preguntar a otros consumidores si la empresa debería realizar pruebas en animales. De la misma manera, si compramos productos farmacéuticos, podríamos interrogar a otros clientes sobre la experimentación con células madre y si están de acuerdo o no en matar a un bebé y sacarle el corazón mientras sigue vivo para acceder a estas células. La respuesta a estas preguntas no se basaría en la opinión individual, sino en el voto colectivo de los consumidores, utilizando sus wallets digitales como herramienta de participación, y daría lugar a acciones concretas.
Las posibilidades de este sistema son infinitas. Imaginemos poder decidir sobre las condiciones de los trabajadores de una marca de ropa, la transparencia en la cadena de suministro de un supermercado o la inversión en investigación y desarrollo de una empresa tecnológica. Los clientes, con su poder adquisitivo y su compromiso, podrían impulsar cambios reales en las empresas, orientándolas hacia prácticas más responsables, éticas y decididamente humanistas.
La sólida asociación de las identidades digitales a las transacciones, protegidas en un entorno descentralizado, garantiza la máxima transparencia en los procesos de SSP. Es el modo en el que se expanden los límites del empoderamiento de los ciudadanos más allá de ser meros “adquirientes”.
Cada cliente tendría una participación económica soberana dependiente de su consumo en los productos o servicios de la compañía. Esta participación soberana se basaría en el volumen de compras, la frecuencia de interacción con la marca, la participación en actividades de fidelización y otros factores relevantes. Las carteras digitales con SSI almacenarían la participación soberana de cada cliente sin permitir el acceso ni a gobiernos ni a corporaciones, y facilitaría el proceso de votación en las decisiones de la empresa.
Consumidores responsables, activos y co-propietarios
Si los inversores poseen el derecho de decidir sobre las direcciones estratégicas de una empresa en virtud de su inversión financiera, ¿por qué no extender un privilegio similar a los clientes? Así, cada transacción se convierte en un acto de participación activa en el destino de la compañía. El Consumidor de Acción o cliensor se mide con los inversores tradicionales en términos de lanzamiento de nuevos productos, cambios en la política de precios o selección de proyectos de inversión. La SSP transforma las empresas en plataformas abiertas de debate donde se auditan constantemente sus prácticas.
Las wallets digitales con SSI no solo serían un instrumento de control autónomo de las personas sobre nuestros datos personales, sino también una llave para establecer la SSP, que abriría la puerta a un nuevo modelo de consumo, uno en el que los clientes no son meros espectadores, sino actores con voz y poder de decisión. Un futuro en el que la responsabilidad social no es solo un eslogan o una estrategia unilateral (y fácilmente manipulable y tendenciosa por parte de los globalistas) sino una realidad tangible impulsada por el voto de los embajadores o Consumidores de Acción.
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