Nueva Zelanda ha lanzado un marco de confianza para la identidad digital, un paso crucial hacia la transformación digital del país.
El sólido futuro de las criptomonedas al margen de los bancos centrales
El mercado de las criptomonedas se está adaptando sobre la marcha a un entorno en el que todavía mucha gente ni siquiera sabe en qué consisten. Incluso cuando existe una noción sobre su naturaleza y objetivos afloran dudas que tienen que ver con la seguridad o su marco regulatorio.
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pesar de las dudas que todavía despiertan, son el activo virtual más popular, con un alcance global que traspasa las barreras de la censura. Pueden ser utilizadas por cualquier persona y en cualquier parte del mundo. Las cripto son un tipo de divisas que, gracias al uso de blockchain, están protegidas contra el fraude, la falsificación y el conocido como “double spend” (doble gasto), una clase de ataque que se produce cuando se intenta gastar el mismo activo con dos personas diferentes. Las criptomonedas han sido creadas para que mantengan su valor en el tiempo, al contrario del dinero tradicional, que sufre los avatares de la inflación. Esto es así porque no están vinculadas a una economía o moneda en particular y porque existe una serie de límites prefijados que evitan el descontrol. Por ejemplo, el bitcoin tiene un límite global y el Ethereum uno anual.
El doble filo de la descentralización
El anonimato que se deriva de estar descentralizadas son la gran virtud del mundo cripto; un ejemplo de libertad en estado puro que entronca con aquel internet seminal que promulgaba la pluralidad y pertenecía a los usuarios, a la vez creadores y consumidores. La inversión en criptomoneda es, no obstante, un ejercicio de responsabilidad que debe tener en cuenta que si se pierden las credenciales de acceso se perderán los activos almacenados. Su existencia es un verdadero reto para las autoridades, que están tratando de una u otra manera de fiscalizar su funcionamiento. El carácter único y revolucionario de las criptodivisas está por encima de los bancos centrales y de las habituales lógicas de poder.
Cambios sustanciales en los cimientos de la criptomoneda parecen inevitables, si atendemos a los medios de comunicación, pero no se puede obviar que un marco regulatorio la encorsetaría en una configuración de economía tradicional con impuestos, posibles monedas “reales” de respaldo, rastreo de movimientos, identificación de los clientes, etc.
Las jurisdicciones en juego
Los organismos gubernamentales están jugando la carta del blanqueo de capitales para poner coto a este campo de progreso; magnificando los peligros y opacando sus grandes ventajas. Las criptomonedas quizá puedan presumir de mayor transparencia y seguridad que las entidades financieras tradicionales. La infraestructura blockchain en la que se sustentan asegura que el contenido grabado, en distintos ordenadores, esté lejos del alcance de los hackers. Además, las entradas que se registran en la cadena de bloques ya no se pueden eliminar. Las cripto garantizan una solidez única, que no se puede violar y es parte de su esencia. Por supuesto, como toda inversión, comporta ciertos riesgos, pero también puede dar lugar a grandes beneficios al que ningún producto financiero al uso podría aspirar.
La supervisión de esta actividad está provocando la aparición de jurisdicciones a lo largo y ancho del planeta, con perspectivas muy diferentes. Con el FMI presionando para que se globalice su regulación, nos encontramos con naciones que han decidido aplicar normas de restricción o prohibir su uso y otras que han apostado fuertemente por la libre circulación o que simplemente no se han pronunciado.
China, en 2021, comenzó poniendo palos en las ruedas de los bancos a la hora de ofrecer productos o servicios dirigidos al mercado de las criptodivisas y en poco tiempo declaró ilegales las transacciones con criptomoneda. Argelia o Bolivia también tienen regulaciones muy restrictivas sobre su uso, mientras que Israel o Estados Unidos son mucho más aperturistas, por ejemplo. Unos aplican impuestos y normas sobre AML (siglas de anti money laundering: lucha contra el blanqueo de capitales), mientras otros no lo hacen o directamente no lo especifican1. Existe una brecha clara entre legislación y tecnología, con una ciudadanía poco interesada en que se limite su libertad al margen de los bancos y al mismo tiempo con prohibiciones en un territorio provocando cambios en el resto.
Naturaleza inacotable
La economista y consultora Roselyne Wanjiru, en un artículo reciente para Forbes, duda de las posibilidades de regulación de las criptodivisas. La propia idiosincrasia de estas, explica, evita que se pueda acotar el terreno de su aplicación. Las cripto nacieron para su uso entre individuos. Su propia subjetividad las hace inadecuadas para encajar en esquemas rígidos, con responsables claros. El ejemplo de El Salvador nos revela mucho sobre esta perspectiva. El país centroamericano aprobó el uso del bitcoin como moneda de curso legal en septiembre de 2021. Meses después, las divisas adquiridas por el gobierno perdieron un 60% de su valor, consecuencia de intentar hacerlas encajar en el mercado tradicional. Los objetivos de atraer inversiones extranjeras y promover la inclusión financiera de los más desfavorecidos que se había marcado su presidente, Nayib Bukele, se diluían. La inversión inicial, de nada menos que el 15% del presupuesto anual, sirvió para que el 30% de los salvadoreños adultos se descargaran una aplicación de pago con criptomonedas. Sin embargo, poco tiempo después, apenas el 10% realizaba transacciones por este medio. La falta de incentivos tras la recompensa inicial de 30 dólares que obtenían todos aquellos que instalaban la app o las dificultades para ejecutar un protocolo KYC correctos abocaron el proyecto al fracaso. Además, los intentos de fraude no se hicieron esperar. Muchas personas ofrecían 5 dólares en efectivo a los usuarios que transfirieran sus 30 dólares virtuales. Son huecos en el sistema que no se pueden prever. El FMI no tardó en instar al gobierno a que suspendiera sus planes.
Diversidad de actuaciones
En Australia, su Comisión de Valores e Inversiones también está tratando de cercenar los límites cripto y suspendió a mediados de octubre tres fondos por no cumplir “las determinaciones del mercado objetivo”. En India, tal y como informó recientemente su ministra de finanzas, Nirmala Sitharaman, se está desarrollando un plan para estandarizar el uso de estos activos. Sitharaman pretende culminar su plan a finales de 2023, coincidiendo con el fin de la presidencia del G20 del país asiático, y ha argumentado para defenderlo que son un riesgo para la estabilidad financiera. En la Unión Europea ya se han realizado varios movimientos destinados a controlar este mercado. Uno de los últimos es la propuesta de aplicar etiquetas de eficiencia energética para blockchains, aduciendo que los precios de la energía están desbocados y que las criptomonedas no pueden ser ajenas a la regulación del consumo como parte del sector tecnológico.
El metaverso como contexto
Mientras tanto, muchos expertos ven en el metaverso el futuro de los activos criptográficos, su medio natural. El concepto de metaverso ha ganado fuerza en los últimos meses y el vínculo entre este y las criptomonedas parece sensato. Esta fusión de realidad física, realidad aumentada e internet necesita de sus propios códigos donde todo sea digital, incluyendo las monedas de cambio. El metaverso y las criptomonedas se parecen en que no necesitan de complicadas infraestructuras ni reguladores tradicionales. A medida que crezca el metaverso, crecerá la necesidad de tener acceso a métodos de pago libres y carentes de la fricción propia del mundo físico.
1 Regulation of Cryptocurrency Around the World | Library of Congress. Noviembre, 2021.